Núcleos de
investigación
B) Políticas para la Transformación Digital
No hay agenda pública o privada que se valore que no incluya como tema central a la Industria 4.0 y a la nueva Transformación Digital, como el conjunto de innovaciones que hoy comprenden cerca del 25% de la economía mundial.
Con todavía poco conocimiento de lo que es y lo que podrá representar en el futuro, un mundo global inmerso en una carrera desbordada, lucha en el marco de sus propias circunstancias por no estar ausente, por no quedarse fuera de un proyecto que hoy se presume, definirá las nuevas líneas económicas, políticas y sociales del mundo con base a lo alcanzado en materia de ciencia y tecnología.
¿Celebración o desencanto, arrebato o prudencia?. ¿Las nuevas tecnologías son la cúspide de un camino civilizatorio exitoso?; o ¿son el inicio de un periodo no explorado de consecuencias inimaginables para el ser humano?. ¿Es el inicio de una sociedad global más equitativa e incluyente?, o ¿es el acelerado apresuramiento de una radicalización sistémica donde los pocos coronarán su hegemonía sobre los muchos? .
Innumerables son las reflexiones que se desprenden de una Revolución Digital que se evidencia con claridad a principios de siglo y cuyos antecedentes se explican dentro del desarrollo científico acelerado que ha vivido la humanidad en las últimas décadas. Sin embargo, el desarrollo industrial del país, se ve obligado a integrar una nueva estrategia industrial digital en todas sus vertientes, a fin de ser contemporáneo del nuevo desarrollo.
En lo que se refiere a la Transformación Digital, México como todas las naciones del mundo, vive el reto de tomar nota de su omnipresencia y decidir con claridad y audacia sobre una Agenda Digital Nacional que convoque a todos los sectores a asumir cada uno en la esfera de su competencia, la responsabilidad de un nuevo quehacer que determinará la nueva realidad política, económica y social del país.
No obstante, el nuevo desarrollo industrial digital en el mundo, con toda la epistemología que le rodea, deberá darse la oportunidad de hacer un alto en el camino y analizar de una manera sensata lo que mejor convenga a la mayor parte de la sociedad global. Poner al ser humano en el centro de la ecuación y de ahí partir hacia un cronograma no de prisas o de carreras hegemónicas, sino de prioridades donde una civilización consciente del momento histórico que enfrenta, en conjugación a su entorno natural, decida razonablemente por las mejores opciones de un éxito científico que esté comprometido en el ser humano y su bienestar social.